1. Escoger y justificar la acción Sólo los humanos somos capaces de escoger nuestra acción. Por acción no entendemos todo aquello que hacemos (hacer la digestión, respirar o caer enfermo no son acciones), sino aquella actividad que hacemos de una forma consciente y voluntaria. Desde esta determinada perspectiva, los animales no realizan acciones; su conducta no es consciente ni voluntaria, sino genéticamente determinada. Ciertamente, los humanos estamos genéticamente condicionados, pero hemos llegado, en nuestro proceso evolutivo, a ser capaces de interponer el pensamiento entre el estímulo y la respuesta.
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2. Tipos de personas Según como asumamos nuestra posibilidad de escoger y justificar nuestras acciones podemos hablar de diferentes tipos de personas.
¿Con cuál de estos tipos de persona querríamos ser identificados? Quizás sea el momento de hacernos otra pregunta: "¿por qué hemos de ser morales si no serlo parece ser que puede comportar ventajas?" Es la misma pregunta que de una forma más concreta ya se formulaba el pequeño Wittgenstein: "¿por qué tendría que decir la verdad si me puede ser beneficioso decir una mentira?" Es una cuestión que todos los filósofos se han planteado. |
3. El mito de Giges Platón, filósofo griego muy amante de los mitos, cuenta en su diálogo La República la historia de Giges, un hombre que era moral o justo porque no tenía otro remedio, pero que va a ser inmoral o injusto cuando se invierten las circunstancias.
El mito de Giges ilustra el punto de vista según el cual todo el mundo, si puede, es inmoral en beneficio propio. Más aún, si alguien dotado de un poder parecido al de Giges se abstiene de cometer injusticias y de apropiarse de los bienes de otros, sería considerado un desgraciado y un tonto. Porque nadie es justo voluntariamente: todo el que puede es injusto y la injusticia es más ventajosa que la justicia. Pero, como podemos sospechar, no es este el punto de vista que defiende Platón. El portavoz de su pensamiento, Sócrates, está convencido que por muchos beneficios que aparentemente se puedan sacar de una actuación injusta, ésta no es respetada ni por su mismo autor. El comportamiento del hombre injusto es insostenible. Avanzado el diálogo, Sócrates afirma que los humanos no podemos sino esconder las acciones injustas; quién las hace, sólo puede vivir disimulando, protegiéndose y temiendo que los otros actúen como él. Vivir así no es un vivir feliz. Por otra parte, el mito de Giges insinúa el modelo de comportamiento del hombre moral: el que actúa con justicia pudiendo actuar injustamente, como si poseyese un anillo. |
4. Ser la persona que deseamos ser Aparte de el mito de Giges, es innegable que una persona puede actuar injustamente y no pasarle aparentemente nada. Es por ello que, independientemente de los muy respetables móviles religiosos, de las imposiciones por parte de alguna autoridad, de premios o castigos, aún seguimos preguntándonos: ¿por qué merece la pena ser una persona moral? En nuestros mejores y más generosos momentos, sabemos el tipos de persona que nuestro yo más íntimo desea ser. No nos importa sólo el tipos de persona que somos sino también el tipos de persona que, como seres racionales y libres, pensamos que estamos llamados o destinados a ser. Ser fiel a este yo mejor se centra más que la autorrealitzación, la autooptimitzación, o sea, la realización de lo mejor que hay en nosotros. Éste es nuestro deber y aquí se encuentra el corazón de la moralidad.
Este esfuerzo moral merece la pena porque permite estar en buenas relaciones con un mismo y, indudablemente, hace crecer la autoestima, la imagen que uno tiene de sí mismo. ¿No implica eso un aumento de nuestro bienestar? |
5. Evitar ser un imbécil Uno de los retos que toda persona tiene a la vida es el de evitar ser un imbécil. No imbécil en el sentido psicológico de persona que sufre alguna patología mental, sino imbécil en su sentido original, de persona físicamente sana pero que necesita un bastón de soporte para ir a por la vida. Es sabido que la palabra "imbécil" deriva del latín "baculus", que significa "bastón". Así, un imbécil moral es aquella persona que necesita un apoyo exterior a ella misma (como por ejemplo la opinión de las otras), porque tiene su capacidad crítica o su consciencia desactivada.
Ser moral implica buscar racionalmente la manera de vivir mejor, de llevar una buena vida junto con los otros seres humanos. Esta exigencia sólo se satisface siendo una persona reflexiva, responsable y libre, lo cual nos aleja de toda imbecilidad moral. |