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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Restauració 2 (1898-1923) - Crisi de la Restauració
(1898-1923)
El
desastre d'Annual.(1921)
Font:
BUESO, Adolfo:El desastre
d'Annual.(1921). A:Recuerdos de un cenetista (1909-1931).
1976.197-201 pp.
Comentari:
Descripció del Desastre
d´Annual (juliol 1921) que va contribuir enormament en
el desgast de la monarquia d´Alfons XIII.
Text:
(...)Poco después de la salida
de la cárcel, tenía lugar el golpe de estado del
general Primo de Rivera.
Las quejas de los cabileños abundaban, pero nadie les
hacía el menor caso. Y en Madrid, menos que en sitio
alguno.
Empleado en la Comandancia estaba entonces Abd el-Krim,
moro notable de la cabila de Alhucemas, hombre que había
estudiado en Madrid la carrera de Derecho con muy buenas
notas y que se había hecho la ilusión de la posible
convivencia entre moros y españoles. Hasta él llegaron,
naturalmente, las quejas de sus compatriotas a causa de
los atropellos de los oficiales españoles. Para ver de
poner remedio se presentó al general Silvestre
reclamando que impusiera prudencia a sus subordinados.
Nunca lo hubiera hecho. El general le contestó
groseramente, le insultó, y como el moro protestara,
acabó abofeteándole. Abd el-Krim enarboló su bastón,
pero no pudo apalearle porque se le echaron encima unos
oficiales, que le expulsaron de la habitación a patadas.
Así empezó la catástrofe.
Abd el-Krim no volvió a la Comandancia. Se retiró a su
aduar, cerca de Alhucemas, y se dedicó pacientemente a
recorrer el Rif. Estuedió detenidamente el sistema de
posiciones de las tropas de ocupación, dándose cuenta
de lo vulnerables que serían en caso de ataque, La
mayoría de estas posiciones eran destacamentos de unos
cien hombres, encerrados en un cuadrilátero, un parapeto
de piedra y una alambrada de espino, pero sin
comunicación directa con las otras posiciones. Había
también otras posiciones de más importancia, como Ras
Medua, Monte Arruuit, El Zaio y Annual, pcro el
aislamiento era el mismo. Por la noche, cuando se
cerraban las alambradas, quedaban perfectamente libres
los caminos y barrancos. Además, casi en ninguna de
estas posiciones había agua potable, que era preciso ir
a buscar, a veces a varios kilometros, y transportarla a
lomo de mulos.
Abd el-Krim sabía bien qué ocurría en tales
posiciones. La mayoría de la oficialidad solía estar en
Melilla y los que quedaban se pasaban la noche bebiendo y
jugando. Como es natural, el ejemplo era seguido por
sargentos, cabos y soldados.
Con estos conocimientos preparó una sublevnción. No
como las habidas en 1909 o 1911, es decir, "para
hacer un poquito de guerra", como decían los
rifeños, sino dispuesto a dar un serio disgusto a los
gcnerales. Él y sus emisarios prepararon las cosas a lo
largo del límite de la ocupación en aquella zona, es
decir, bordeando el rio Ker, desde Adhucemas hasta el
curso del río Mulaya, fronterizo con Argelia. Esta
táctica tenía por objeto alejar el grueso de las tropas
españolas lo más posible de la costa y de los centros
de avituallamiento.
Y empezaron los ataques aislados a posiciones de
avanzada. Sin apretar mucho, pero casi continuos. El
mando en Melilla no se alarmó. El alto comisario,
residente en Tetuán, preguntó a Silvestre sobre la
gravedad de los ataques. El general contestó que no era
cosa de importancia, y que si los ataques seguían
efectuaría una cxpedición punitiva que acabaría con
los díscolos en pocos días. El alto comisario le
aconsejó mucha prudencia, pues el ambiente político era
malo en España y una campaña militar sería mal vista,
Silvestre no contestó al alto comisario y se puso en
relación directa con el rey. El soberano, por su parte,
nada indicó a sus ministros.
Como las agresiones seguían, y cada vez, más
frecuencia, Silvestre remitió un telegrama cifrado al
rey, pidiendoparmiso para atacar a los rifeños. El rey
contestó: "De frente, marchen los valientes. ¡Viva
España!
Silvestre sabía que Abd el-Krim andaba por su cabila, ya
sublevada, y quiso acabar con él. Para ello organizó a
toda prisa una columna com una división de infantería,
trcs baterías de artillería ligera y un escuadrón de
caballería, como exploradores.
La columna se puso en mrcha de madrugada con el buen
mejor humor. El general iba a la cabeza, montando un
caballo blanco. Los soldados no sabían, naturalmente,
adónde iban ni a qué. Avanzaron todo el día sin en
contrar resistencia. Se cañoneaban los aduares antes de
llegar a los mismos, pero no se veía un solo moro por
parte alguna. Esta anormalidad no preocupó al mando.
Llegaron cerca de los poblados de la cabila de Alhucemas
al anochecer. Se dio orden de acampar en unos
montículos, no sin antes haber lanzado un centenar de
obuses a los aduares cercanos.
Las tropas se dispusieron dormir bajo las estrellas, sin
tiendas ni impedimenta, los macutos vacíos y cien balas
en las cartucheras. Todo paracía un paseo militar...
Pero a la una de la noche, como un alud, se precipitaron
sobre la columna centenares de moros armados de fusiles o
gumías en mano. Lo hicieron según su costumbre
favorita: dando grandes gritos guturales, que
impresionaban enormemente a los pobres soldados,
despertedos tan bruscamente.
El desconcierto fue general. Nadie sabía qué hacer. Los
moros estaban por todas partes, disparando a quemarropa o
hundiendo sus gumías en las gargantas que encontraban a
su paso. Nunca se ha publicado el número de bajas de
aquella noche horrible. Debieron ser millares. Los que
pudieron escapar a la masacre no pararon hasta Melilla,
donde dieron la alarma. El general Silvestre desapareció
y nunca más se supo cuál fue su suerte.
Grandes hogueras aparecieron en los picos de las
montañas. Era la señal convenida. Las posiciones de
avanzada fueron atacadas y tomadas una tras otra. (...).
El derrumbamiento de la Comandancia de Melilla fue
completo. En pocos días los moros ocuparon toda la zona,
llegando hasta muy cerca de Melilla. Si no entraron en la
plaza fue, sin duda, porque Abd el-Krim tuvo miedo de la
conducta de los moros respecto a la población civil. El
éxito de la campaña le había endiosado y ya publicaba
partes de guerra encabezados así:" Cuartel General
de la República del Rif".
En Madrid todo el mundo andaba de cabeza. Se mandaron
tropas a Melilla desde Málaga y Almería, las plazas
más cercanas. Pero el desembarco era difícil y en
seguida se vio que la desorganizacion mas tremenda
reinaba en el ejército.
Mientras los sitiados (...) se preparaban a rendirse,
porque no les llegaban alimentos y refuerzos. Los moros
llegaron a cortarles el agua. Fue el fin. Se pactó la
rendición. Tampoco nunca se ha sabido en qué
condiciones. Los jefes y oficiales, con el general
Navarro a la cabeza, fueron hechos prisioneros, pero la
mayoría de los soldados fueron asesinados y sus
cadáveres quedaron pudriéndose al sol durante muchas
semanas.
Para salvar las vidas, ya que no el honor, de los
generales y oficiales, se entablaron negociaciones por
intermedio de Francia a fin de rescatar los prisioneros,
efectuando un intercambio. Pero Abd el-Krim exigió
además ocho millones de pesetas, que le fueron
entregadas. Por entonces se aseguró que Alfonso XIII, al
enterarse del precio del rescate, comentó:" Qué
cara cuesta la carne de gallina". También se dijo
que todos los prisioneros habían sido violados por los
moros.
Con todo el material de guerra tomado a las tropas
españolas y los ocho millones del rescate, Abd el-Krim
organizó un verdadero ejército que tuvo en jaque a
España durante años. No se le pudo vencer más que con
la ayuda de Francia, la cual intervino para que la
rebelión tomase cuerpo en Argelia y en el resto de
Marruecos. El balance oficial del desastre de la
Comandancia de Melilla (llamado popularmente Desastre de
Annual) fue de 22.000 muertos, pero todo el mundo estaba
plenamente convencido de que eran el doble.
En España pronto se supieron muchos detalles que no
había publicado la prensa. Los periódicos de izquierda
empezaron a Hablar de exigir responsabilidades. El
general Berenguer, alto comisario residente en Tetuán,
confesó que todo se había llevado a cabo sin su
conocimiento.
En el Congreso de lso Diputados, republicanos,
socialistas y elementos de la oposición plantearon la
cuestión, dando lugar a sesiones movidísimas. Se llegó
a acusar veladamente al propio rey. No hubo más remedio
que acordar la formación de un expediente el coronel
Picasso. Este hombre se trasladó a Melilla con sus
auxiliares y empezó en seguida la investigación. A las
pocas semanas empezaron a circular rumores de que el
expediente contenía tremendas responsabilidades,
empezando por el rey, siguiendo por muchos generales,
banqueros y políticos. Si el expediente llegaba al
Parlamento, la monarquía corría grave peligro.
Y entonces fue cuando surgió el golpe de estado de Primo
de Rivera. Ello significaba para Alfonso XIII jugarse la
última carta. Se la jugó, y aunque al principio
parec´ñia que había ganado la partida, lo cierto es
que la perdió.(...)
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