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Base documental
d'Història Contemporània de Catalunya.
Joaquín
Fernández Alvárez Espartero (1793-1879)
(Baldomero Espartero).Duque de la
Victoria
Font:
DD.AA.: Enciclopedia de Historia de España,vol IV
(Diccionario biográfico). (1991). Madrid: Alianza
Editorial. 910 pp.
Text:
NaturaI del Granátula (Ciudad Real). De familia humilde,
fue hijo de un artesano constructor de carruajes.
Desencadenada la guerra de Independencia, se sumó a la
resistencia nacional, ingresando en el ejéricto en 1808
como soldado voluntario. En 1810 entró en la Academia
Militar de la Isla de León, alcanzado el grado de
subteniente. En 1815, como teniente, embarcó en la
expedición del general P. Morillo, dirigida a defender
el dominio español en las colonias americanas. Por estas
fechas comenzó su acercamiento a las ideas liberales, a
la vez que sus acciones frente a los independentistas le
supusieron el ascenso a brigadier. Esta estancia en
tierras americanas le valdría posteriormente, a él y a
los militares progresistas afines a su persona,
la denominación de ayacuchos, si bien Espartero
no participó directamente en la célebre acción militar
que dió al traste en diciembre de 1824 con el dominio
colonial español. Regresó a España en 1825.
Al estallar la primera Guerra Civil Carlista, solicitó
servir en las provincias del norte en las filas del
ejército cristino. El 1 de mayo de 1834 fue nombrado
comandante general de las provincias Vascongadas. Cuando
en el verano de 1836, de resultas del motín de La
Granja, dimitió el general Femández de Córdoba de su
cargo de jefe del Ejército del Norte, Espartero fue
nombrado para este puesto por el ministerio progresista
de Calatrava (septiembre de 1836). Desde este cargo
dirigió la decisiva batalla de Luchana, que obligó a
los carlistas a levantar el sitio de Bilbao
(25-XII-1836). Esta acción le valió el título de conde
de Luchana. A partir de ese momento, liberales moderados
y progresistas se disputaron el convertirle en caudillo
de sus respectivos partidos. En el verano'de 1839, y como
fruto de negociaciones con los sectores carlistas, que,
dirigidos por el general R. Maroto, deseaban una
transacción con los cristinos, logró suscribir con
aquel el convenio de Vergara (31-VIII-1839), que supuso
la pacificación del país, y el fin de las esperanzas
del absolutismo. Por ello le fue conferido el título de
duque de la Victoria.
A raíz de aquel momento, y en el campo de la política,
Espartero puso su espada al servicio del progresismo. En
1840 mostró su oposición a que la regente María
Cristina sancionase la Ley de Ayuntamientos, que,
inspirada en los criterios centralizadores de los
moderados doctrinarios, había sido propuesta por el
gabinete Pérez de Castro y aprobada por las Cortes. Este
conflicto entre la Corona y Espartero alentó al
movimiento juntista de signo progresista que estalló el
1 de septiembre de 1840. De resultas de estos sucesos
María Cristina renunció la Regencia, quedando instalado
un ministerio-regencia, presidido por el caudillo
progresista (II-X-1840). El 8 de mayo de 1841, las Cortes
votaron la Regencia una en la persona de Espartero. Su
Regencia se dilató hasta 1843, y fue un período de neto
signo político progresista. Durante el cual sus
gobiernos potenciaron el proceso de liberalización de
las tierras y, así, en 1841, se procedió a ejecutar la
desamortización de los bienes del clero secular. El
duque de la Victoria tuvo que combatir oposiciones de muy
diversa índole: pronunciamientos militares moderados que
pretendían el restablecimiento de la Regencia de María
Cristina, como el fracasado intento de asalto a palacio
protagonizado por Diego de León el 7 de octubre de l
841; también, dos levantamientos de carácter
democrático en Barcelona acaecidos en noviembre de 1841
y 1842, provocado el último de ellos por la noticia de
un tratado librecambista con !nglaterra; y v finalmente,
la irreductible oposición que a la figura del regente
hicieron los líderes parlamentarios del progresismo
civil en el Congreso, como 0lózaga, Cortina y Joaquín
María López. A causa de estas oposiciones, en el verano
de 1843, una conjunción de moderados y progresistas
antiesparteristas precipitó la caída del regente, que
tuvo que refugiarse en Inglaterra. Ello dio paso, en
breve plazo, al ascenso de su rival, Narváez, a la
Presidencia del Consejo de Ministros, y al inicio de la
llamada Década Moderada.
Su retorno a la política española acaeció tras «la
Vicalvarada» y la revolución de julio de l 854, cuando
Isabel II le confió la Presidencia del Consejo de
Ministros, responsabilidad que desempeñó de forma
ininterrumpida durante todo el llamado Bienio
Progresista. En esta época de su gobierno se reunieron
las Cortes Constituyentes, de las que salió la
Constitución nonnata de 1856, y se aprobó la
Ley de Desamortización general de Madoz, de l de mayo de
1855. Tras la crisis de julio de 1856, Espartero dimitió
en favor del ministro de la Guerra, O'Donnell, que ocupó
la Presidencia de un gobierno de la naciente Unión
Liberal. La dimisión de aquél supuso un nuevo
desplazamiento del progresismo de las responsabilidades
de gobierno, hecho que desembocaría en el mismo año de
1856 en un restablecimiento del régimen político
moderado de 1845. Tras estos sucesos, Espartero
abandonaría el protagonismo dentro de la vida política
y del progresismo, retirándose a Logroño -donde
moriría. Destronada Isabel II por efecto de la
revolución de septiembre de 1868, y viéndose el país
en la precisión de encontrar un nuevo titular de la
Corona, Prim como jefe de gobierno se dirigió a
Espartero en l 870 para recabar de él si aceptaría la
Corona en caso de ser electo por las Cortes, ofrecimiento
que rehusó. Elegido Amadeo I de Saboya como rey de
España le concedió el título de Príncipe de Vergara
con tratamiento de alteza real. (JIMB) (280-282 pp.).
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