1. La filosofía como búsqueda de conocimiento

La filosofía, en su navegación milenaria, se ha centrado en diferentes actividades; actividades que en unos momentos históricos eran consideradas filosóficas, en otros momentos han dejado de serlo. La Obra en la cual Newton sistematizaba su teoría física llevaba por título Principios matemáticos de filosofía natural, para él, la palabra filosofía contenía lo que hoy nosotros entendemos por ciencia. Esta visión de Newton participaba de lo que ha sido desde los orígenes griegos la actividad filosófica, una búsqueda plural de conocimiento de la cual ha surgido tanto la filosofía como la ciencia de hoy.

Philosophia Naturalis Principa Mathematica, de Newton
Pero, también desde sus orígenes, la filosofía ha sido anhelo y afán de conocimiento, no una posesión de conocimiento: ha sido un intento de conseguir respuestas razonadas a determinadas cuestiones que preocupaban a sus protagonistas. Y cuando una respuesta se ha impuesto, dogmatizándose, se ha traicionado aquello que originariamente la caracterizaba.
Problemas contemporáneos

La búsqueda de conocimiento ha generado, históricamente, discursos globalizadores y discursos fragmentados. A menudo la razón humana se ha visto capaz de explicar la totalidad de el existente construyendo sistemas globales e integradores, ofreciendo visiones del mundo y visiones del hombre. Hoy, reconociendo más que nunca la complejidad de la vida y del mundo a interpretar, la investigación filosófica ha limitado más sus objetivos y ha afinado más sus propuestas. En cada momento histórico, el verdadero filósofo ha sido aquél que ha incidido en los problemas más vivos e intensos de sus contemporáneos. Las respuestas dadas a estos problemas, a menudo no son nuestras respuestas, pero muchos de los problemas planteados nos son próximos y nos capacitan por en encontrar nuestras propias respuestas.



  

2. La filosofía como preocupación ética

Los filósofos de todos los tiempo han atendido la dimensión ética del hombre proponiendo ideales y modelos de vida; incluso, la obra global de determinados pensadores no se acaba de entender bien si no se reconoce la preocupación ética y política de fondo. Y en momentos de crisis y transformación social, la actividad filosófica ha acentuado o se ha reducido a propuestas éticas. Siempre, más allá de la búsqueda de conocimiento o del afán de saber, se ha filosofado sobre como vivir bien y como convivir en este universo que nos acoge. Desde Kant, en el siglo XVIII, la aspiración a una ética racional, con unos mínimos universalmente aceptados, sigue siendo uno de los objetivos de la actividad filosófica. Pero en un mundo con diferentes civilizaciones y con pluralidad de racionalidades dentro de cada civilización, ¿qué es lo que puede fundamentar una "ética mínima"?

Las repercusiones globales de determinadas tecnologías o de determinados comportamientos nada ecológicos han llevado a sugerir y a argumentar la conveniencia de fundamentar en el pacto o en el consenso una ética mínima, unos valores o disposiciones universales. Diferentes filósofos actuales se han centrado en la necesidad del diálogo y del consenso como procedimiento por en obtener pautas éticas.

Diálogo y consenso


  

3. La filosofía como actividad crítica

Desde su paso fundacional, el paso del mito al logos, la filosofía se ha ido constituyendo como actividad crítica. Los grandes maestros de la sospecha y de la denuncia -Marx, Nietzsche y Freud- han reforzado esta dimensión y, en el siglo XX, la crítica ha caracterizado a diferentes filosofías porque, como afirma Popper, «no hay mejor sinónimo para racional que el de crítico». Una racionalidad que ha operado en diferentes ámbitos: ha criticado las pretensiones de la ciencia mostrando los límites y debilidades de las conjeturas científicas; ha criticado el aparato tecnológico mostrando los desequilibrios y desarraigo que genera en relación a la naturaleza y los otros hombres; ha criticado el poder y sus excesivos afanes controladores; ha criticado los propios errores y carencias.

La autocrítica de la razón ha estimulado dos respuestas en direcciones contrarias. Por un lado, entendida como crítica de la modernidad y sus valores, ha abierto camino al que se ha llamado pensamiento posmoderno, una aceptación de la debilidad del pensamiento a la hora de fundamentar valores. Pero, por otro lado, la autocrítica de la razón ha estimulado respuestas que, más allá de la crítica, no se hallan carentes de una perspectiva utópica, a saber, de objetivos arraigados y emparentados con el afán emancipador de Kant: salvar la libertad personal, la igualdad entre las personas, la solidaridad, en una palabra, que la persona sea un fin en ella misma y no un medio.

Más allá de la crítica


  

4. La filosofía como defensa personal

En el siglo XX, la filosofía no sólo ha hecho camino aplicando su crítica a pluralidad de ámbitos, también ha sido una actividad permanente de análisis conceptual. Recordemos que, de acuerdo con Witgenstein, la filosofía no es una doctrina sino una actividad, una actividad de clarificación, de comprensión y dilucidación de los usos del lenguaje. En muchos momentos ha sido preferente la búsqueda de conocimiento; hoy, haciéndose más efectiva la afirmación de Kant según la cual no se aprende filosofía sino a filosofar, es vital aprender filosofar, y filosofar quiere decir argumentar con rigor, clarificar conceptos y captar relaciones, tener sentido crítico, ser capaz de encontrar alternativas, saber dialogar defendiendo razones.

Defensa personal

Así como en un contexto físicamente agresivo es bueno estar dotado de técnicas de defensa personal, en un contexto ideológicamente agresivo es conveniente estar bien equipado con recursos o técnicas intelectuales de defensa. Las técnicas del filosofar, las técnicas de la aclaración conceptual pueden ser consideradas «técnicas de defensa personal, que tendrían que ser conocidas por todos los ciudadanos, porque todos ellos se hallan sometidos a presiones y a tentaciones ideológicas. En primer lugar, se ha de aprender a desenmascarar las tentaciones; en segundo lugar, se ha de aprender a resistirlas intelectualmente, es decir, a examinar las consecuencias y a elaborar alternativas.» (Terricabras Como entiendo la tarea del filósofo).

En un mundo en el cual muchos se erigen en expertos tutores de los otros, en el cual la opinión pública tiene una función adoctrinadora y la publicidad pretende comprar voluntades con un seductor y engañoso lenguaje, la filosofía es muy poca cosa si no llega a ser un eficiente equipo intelectual de defensa personal.


[Guía]